EL FESTIVAL NACIONAL DEL PORRO EN SAN PELAYO(RECUERDOS DEL AYER)
Por :HECTOR ALREDO ARAUJO DIAZ
Aun recuerdo cuando se realizaron los primeros Festivales del Porro en el bello y tranquilo municipio de San Pelayo en el departamento de Córdoba, por corren raudas las aguas del Río Sinú comunicando a muchos pueblos en su largo recorrido antes de morir en Bocas de Tinajones. El escenario el Parque Central y una Tarima frente de la casa de la señora Leonor de Pretel , calles sin pavimentar, árboles de abeto, guayacanes, samanes, higos y almendros. Los kioscos para la venta de licores eran distribuidos por el todo el parque, allí fabricaban enramadas con palma de corozo, coco, palma de palmito y algunos le colocaban zinc. La únicas llaneras (venta de carne azada y sopa de mondongo) que se establecían una semana antes del Festival: La Llanera de Doña Fela (q.e.p.d) señora gordita ella y de pelo mono muy popular en todas las fiestas de toros y Festivales proveniente de montería y otra llanera que era de Lorica y si más no recuerdo se llamaba “Brisas del Sinú”. Todo era jolgorio y alegría los pelayeros se sentían dueños del festival, pintaban sus casas con colores alegres, arreglaban las calles, compraban las mejores pintas (vestidos) del momento para lucirlas en el evento, mataban gallinas, cerdos, carneros y reces para esperar a amigos y familiares, cosa que no sucede hoy en día. ¿cómo han cambiado los tiempos?. Los niños esperaban que sus padres los llevaran a la plaza del parque para que les compraran un algodón (un dulce esponjoso de variados colores agarrados a un paltito y que es muy apetecido por los niños), el raspao ( Hielo molido con sabores). Fiesta que se respete en Córdoba, llegan las ventas de raspao y de algodón. También llegaban las famosas ruletas, donde la gente hacía sus apuestas, lo mismo que el tipo que utilizaba una bolita y tres tapas en una mesa las cuales revolvía para que la gente apostara “donde estaba a bolita”, pero la gente no se daba cuenta que la mayoría de las veces este se escondía la bolita entre las uñas o con el pulgar encogido. Donde me dejan las ventas de panes que venían haciendo recorridos de otras fiestas, como la de la Ganadería, los chicharrones, las mesas de fritos donde se vendía la caramañola, el patacón y la papa, los guarapos de panela con limón y el tipo de la mochila vendiendo ron o el tipo de la chasa con dulces, chicles y cigarrillos.
Había un personaje, el cual se encuentra con vida un poco desmentizado por el tiempo, que llegaba al pueblo todos los años una semana antes del festival con un viejo clarinete remendado, pero que el muy sabia y ágilmente le sacaba excelentes melodías y que amenizaba muchas recochas de adultos y jóvenes en los kioscos los cuales le pagaban con trago y algo dinero el cual lo utilizaba para alimentarse durante todo la fiesta. Ese personaje se llama Elio Francisco Ramos alias “Pito solo” quien estuvo en sus años de juventud y lucidez mental recorriendo el mundo con la agrupación de Delia Zapa Olivella. Recuerdo que muchas veces se le perdió en sus borracheras el pito o clarinete, el cual asegurado por personas que lo conocían y devuelto a él nuevamente. En la casa de mi querida madre Rebeca Díaz “la niña Rebeca” (q.e.p.d) que quedaba frente lo que es hoy en día la cancha de básquetbol del centro, allí reposaba sus borracheras, dormía y comía porque mi madre lo conocía de pequeños desde cuando vivían en la madera. Y es que la casa donde vivíamos la familia Araujo Díaz, estaba ubicada en un sitio estratégico para propios y extraños y como mi padre Héctor Araujo Esquivel, fue durante veintidós años secretario ejecutivo de la Junta Organizadora del Festival, era muy conocido por todos los músicos y decimeros que venían al Festival, recuerdo que en decimeros como Rafael Pérez López (q.e.p.d), Ricardo Pérez (q.e.p.d), Blas Segura (q.e.p.d), Dionisio Rodríguez Betancur (q.e.p.d) y María Solipá, así como muchas bandas recibían la alimentación en la casa de mi madre. Y como no recordar al conjunto “Las 7 notas musicales de Pueblo Búho” de los hermanos Izquierdo, donde se destacaba la magistral interpretación del arco sonoro por el maestro Sindulfo Izquierdo, músicos de descendencia indígena, que con sus tamborcito, redoblante y tambor se presentaban años tras años en el Festival, famosos por su interpretación “ el armadillo”, el cual empezaba con de la siguiente forma ¡Lo que dice el armadillo cuando va pa la punta e monte, cuiden las muchachas nuevas que la punta es la que rompe, hay cuidao-cuidao con el armadillo…..!.Y también al maestro del pito travezao Marcelino Vertel y su conjunto “el consuelo de las mujeres”, la inolvidable María Solipá (q.e.d.), también de descendencia indígena muy reconocida por la forma de cantar el grito de monte y el canto de vaquería.
Y que decir de los fandangos populares que se realizaban en lo que es hoy la cancha de básquetbol ubicada al lado de la parroquia, donde propios y extraños bailaban al ritmo alegre de los clarinetes y el sonar de los redoblantes, bombos y platillos, las mujeres con paquetes de espermas encendidas amarradas con un pañuelos para no quemarse con la esperma derretida y los hombres con abarcas tres punta, sombrero vueltiao y su mochila de trago, o de no la botella en el bolsillo y algunos intercambiaban las parejas en la rueda del fandango, manifestando con ello un espíritu de hermandad y de gozo. Se escuchaban los guapirreos al momento de empezar la pieza musical y en el momento mas alegre del porro “La Bozá”que permite el rebusque del parejo, tal es el caso cuando suena el porro María Barilla, considerado el himno folclórico de Córdoba (en Homenaje a esa gran bailadora de fandangos, María de los Ángeles Tapia, quien tomo el apellido Barilla, de un marido que tuvo que se llamó Perico Barilla), este porro curiosamente no tiene la introducción o danza que presentan la mayoría de los porros palitiaos o “Pelayeros”. Muchos festivales en sus inicios coincidieron con la Procesión del Santo Patrono, San Juan Pelayo el día 26 de Junio. El pueblo participaba activamente en la organización del evento, recuerdo que existían los comités cívicos que colaboraban con la Junta en cada una de las actividades programadas durante los tres días de festival. Hoy en día este amor de los pelayeros por el evento se ha perdido, y solamente un grupo reducido de personas participan de los diferentes comités que hacen parte de la organización del mismo. Entonces es bueno plantearse los siguientes interrogantes ¿Por qué de la apatía de las nuevas generaciones en participar en el Festival del Porro? ¿culturalmente que nos ha dejado el evento? ¿Por qué en San Pelayo no han surgido nuevas Bandas?
Esos si eran buenos tiempos, los pelayeros en compañía de sus familiares y amigos e invitados esperaban en el parque central la llegada de las bandas de cada una de las regiones del departamento, las cuales venían en buses y camionetas con sus respectivas delegaciones tocando porros y los niños corrían detrás de ellos y hasta los perros salían ladrando de emoción. Y en las casas se amanecía tomando tres esquinas y ron blanco, acompañados de una radiola o un conjunto de gaitas y tambores para esperar la alborada a las 4:00 de la mañana y todo era armonía, fiesta y gozo de la manera más sana del mundo escuchando y bailando nuestros porros. Pero como todo principio dialéctico, el Porro, los pueblos, su gente y hasta el ambiente van con el tiempo sufriendo diferentes transformaciones, evidenciando cambios en nuestra cultura. Pero de todas maneras aunque todo cambie y estemos expuesto a los procesos de aculturización, nosotros no debemos perder nuestra esencia y nuestro sentido de pertenencia por lo que es y seguirá siendo nuestra identidad y patrimonio cultural de todos los Pelayeros y cordobeses en general “El porro interpretado por nuestras bandas de viento” y como dice Pablito Flores ¡Mi porro me sabe a todo lo bueno de mi región!. Y es que el porro nos vibra y entra por nuestra piel, recorre todo nuestro cuerpo, se nos eriza la piel y surge un grito de jubilo - ¡Guepa, Guepa Je…..!, levantamos las manos al cielo como dándole agradecimientos a Dios, buscamos la pareja y nos ponemos a bailar.
Por :HECTOR ALREDO ARAUJO DIAZ
Aun recuerdo cuando se realizaron los primeros Festivales del Porro en el bello y tranquilo municipio de San Pelayo en el departamento de Córdoba, por corren raudas las aguas del Río Sinú comunicando a muchos pueblos en su largo recorrido antes de morir en Bocas de Tinajones. El escenario el Parque Central y una Tarima frente de la casa de la señora Leonor de Pretel , calles sin pavimentar, árboles de abeto, guayacanes, samanes, higos y almendros. Los kioscos para la venta de licores eran distribuidos por el todo el parque, allí fabricaban enramadas con palma de corozo, coco, palma de palmito y algunos le colocaban zinc. La únicas llaneras (venta de carne azada y sopa de mondongo) que se establecían una semana antes del Festival: La Llanera de Doña Fela (q.e.p.d) señora gordita ella y de pelo mono muy popular en todas las fiestas de toros y Festivales proveniente de montería y otra llanera que era de Lorica y si más no recuerdo se llamaba “Brisas del Sinú”. Todo era jolgorio y alegría los pelayeros se sentían dueños del festival, pintaban sus casas con colores alegres, arreglaban las calles, compraban las mejores pintas (vestidos) del momento para lucirlas en el evento, mataban gallinas, cerdos, carneros y reces para esperar a amigos y familiares, cosa que no sucede hoy en día. ¿cómo han cambiado los tiempos?. Los niños esperaban que sus padres los llevaran a la plaza del parque para que les compraran un algodón (un dulce esponjoso de variados colores agarrados a un paltito y que es muy apetecido por los niños), el raspao ( Hielo molido con sabores). Fiesta que se respete en Córdoba, llegan las ventas de raspao y de algodón. También llegaban las famosas ruletas, donde la gente hacía sus apuestas, lo mismo que el tipo que utilizaba una bolita y tres tapas en una mesa las cuales revolvía para que la gente apostara “donde estaba a bolita”, pero la gente no se daba cuenta que la mayoría de las veces este se escondía la bolita entre las uñas o con el pulgar encogido. Donde me dejan las ventas de panes que venían haciendo recorridos de otras fiestas, como la de la Ganadería, los chicharrones, las mesas de fritos donde se vendía la caramañola, el patacón y la papa, los guarapos de panela con limón y el tipo de la mochila vendiendo ron o el tipo de la chasa con dulces, chicles y cigarrillos.
Había un personaje, el cual se encuentra con vida un poco desmentizado por el tiempo, que llegaba al pueblo todos los años una semana antes del festival con un viejo clarinete remendado, pero que el muy sabia y ágilmente le sacaba excelentes melodías y que amenizaba muchas recochas de adultos y jóvenes en los kioscos los cuales le pagaban con trago y algo dinero el cual lo utilizaba para alimentarse durante todo la fiesta. Ese personaje se llama Elio Francisco Ramos alias “Pito solo” quien estuvo en sus años de juventud y lucidez mental recorriendo el mundo con la agrupación de Delia Zapa Olivella. Recuerdo que muchas veces se le perdió en sus borracheras el pito o clarinete, el cual asegurado por personas que lo conocían y devuelto a él nuevamente. En la casa de mi querida madre Rebeca Díaz “la niña Rebeca” (q.e.p.d) que quedaba frente lo que es hoy en día la cancha de básquetbol del centro, allí reposaba sus borracheras, dormía y comía porque mi madre lo conocía de pequeños desde cuando vivían en la madera. Y es que la casa donde vivíamos la familia Araujo Díaz, estaba ubicada en un sitio estratégico para propios y extraños y como mi padre Héctor Araujo Esquivel, fue durante veintidós años secretario ejecutivo de la Junta Organizadora del Festival, era muy conocido por todos los músicos y decimeros que venían al Festival, recuerdo que en decimeros como Rafael Pérez López (q.e.p.d), Ricardo Pérez (q.e.p.d), Blas Segura (q.e.p.d), Dionisio Rodríguez Betancur (q.e.p.d) y María Solipá, así como muchas bandas recibían la alimentación en la casa de mi madre. Y como no recordar al conjunto “Las 7 notas musicales de Pueblo Búho” de los hermanos Izquierdo, donde se destacaba la magistral interpretación del arco sonoro por el maestro Sindulfo Izquierdo, músicos de descendencia indígena, que con sus tamborcito, redoblante y tambor se presentaban años tras años en el Festival, famosos por su interpretación “ el armadillo”, el cual empezaba con de la siguiente forma ¡Lo que dice el armadillo cuando va pa la punta e monte, cuiden las muchachas nuevas que la punta es la que rompe, hay cuidao-cuidao con el armadillo…..!.Y también al maestro del pito travezao Marcelino Vertel y su conjunto “el consuelo de las mujeres”, la inolvidable María Solipá (q.e.d.), también de descendencia indígena muy reconocida por la forma de cantar el grito de monte y el canto de vaquería.
Y que decir de los fandangos populares que se realizaban en lo que es hoy la cancha de básquetbol ubicada al lado de la parroquia, donde propios y extraños bailaban al ritmo alegre de los clarinetes y el sonar de los redoblantes, bombos y platillos, las mujeres con paquetes de espermas encendidas amarradas con un pañuelos para no quemarse con la esperma derretida y los hombres con abarcas tres punta, sombrero vueltiao y su mochila de trago, o de no la botella en el bolsillo y algunos intercambiaban las parejas en la rueda del fandango, manifestando con ello un espíritu de hermandad y de gozo. Se escuchaban los guapirreos al momento de empezar la pieza musical y en el momento mas alegre del porro “La Bozá”que permite el rebusque del parejo, tal es el caso cuando suena el porro María Barilla, considerado el himno folclórico de Córdoba (en Homenaje a esa gran bailadora de fandangos, María de los Ángeles Tapia, quien tomo el apellido Barilla, de un marido que tuvo que se llamó Perico Barilla), este porro curiosamente no tiene la introducción o danza que presentan la mayoría de los porros palitiaos o “Pelayeros”. Muchos festivales en sus inicios coincidieron con la Procesión del Santo Patrono, San Juan Pelayo el día 26 de Junio. El pueblo participaba activamente en la organización del evento, recuerdo que existían los comités cívicos que colaboraban con la Junta en cada una de las actividades programadas durante los tres días de festival. Hoy en día este amor de los pelayeros por el evento se ha perdido, y solamente un grupo reducido de personas participan de los diferentes comités que hacen parte de la organización del mismo. Entonces es bueno plantearse los siguientes interrogantes ¿Por qué de la apatía de las nuevas generaciones en participar en el Festival del Porro? ¿culturalmente que nos ha dejado el evento? ¿Por qué en San Pelayo no han surgido nuevas Bandas?
Esos si eran buenos tiempos, los pelayeros en compañía de sus familiares y amigos e invitados esperaban en el parque central la llegada de las bandas de cada una de las regiones del departamento, las cuales venían en buses y camionetas con sus respectivas delegaciones tocando porros y los niños corrían detrás de ellos y hasta los perros salían ladrando de emoción. Y en las casas se amanecía tomando tres esquinas y ron blanco, acompañados de una radiola o un conjunto de gaitas y tambores para esperar la alborada a las 4:00 de la mañana y todo era armonía, fiesta y gozo de la manera más sana del mundo escuchando y bailando nuestros porros. Pero como todo principio dialéctico, el Porro, los pueblos, su gente y hasta el ambiente van con el tiempo sufriendo diferentes transformaciones, evidenciando cambios en nuestra cultura. Pero de todas maneras aunque todo cambie y estemos expuesto a los procesos de aculturización, nosotros no debemos perder nuestra esencia y nuestro sentido de pertenencia por lo que es y seguirá siendo nuestra identidad y patrimonio cultural de todos los Pelayeros y cordobeses en general “El porro interpretado por nuestras bandas de viento” y como dice Pablito Flores ¡Mi porro me sabe a todo lo bueno de mi región!. Y es que el porro nos vibra y entra por nuestra piel, recorre todo nuestro cuerpo, se nos eriza la piel y surge un grito de jubilo - ¡Guepa, Guepa Je…..!, levantamos las manos al cielo como dándole agradecimientos a Dios, buscamos la pareja y nos ponemos a bailar.
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